Estamos cerca de celebrar el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones) en la Iglesia Católica. Tal como lo dice su nombre, es una celebración que se celebra en todo el mundo, y por esta razón, para cada uno de los continenes existe un patrón, los cuales destacaron por ser santos misioneros en diferentes partes del mundo. Hoy te los presentamos para que este domingo pidas su intercesión para las necesidades de cada uno de los pueblos continentales de Dios.
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Santos misioneros por continente
Europa: Santa Teresa de Lisieux
Santa Teresa de Lisieux nació en Normandía, Francia, el 3 de enero de 1873. Fue monja de clausura y dedicó su existencia a orar y a sacrificarse por los sacerdotes, especialmente los misioneros.
Ella nos ha dejado un mensaje misionero excepcional por su sencillez y profundidad. Sin salir de su convento, se convirtió en una verdadera misionera que nos enseña aún hoy la importancia de la colaboración espiritual con las misiones. Rezar por las misiones y los misioneros es una forma de colaborar a la que están llamados todos los fieles, escuchando y meditando la Palabra de Dios. La oración es el don y la fuerza que necesita la Iglesia para desarrollar la labor misionera cada día.
Pío XI, el “Papa del Domund”, declaró a Santa Teresita Patrona de las Misiones en 1927, calificando a esta santa como “una palabra de Dios”, “milagro de virtudes y prodigio de milagros”, “verdadera rosa de amor caída del cielo a la tierra para maravillar la tierra y el cielo”, “obra maestra de la naturaleza y de la gracia”…
Santa Teresa de Lisieux es nuestra intercesora para pedir por los misioneros, por la Iglesia, y por todos los pueblos y personas que esperan el anuncio del Evangelio del amor.
“Desearía anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas
más remotas… Quisiera ser misionero, no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la
creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos…”.
(Santa Teresita)
África: San Daniel Comboni
Daniel nació en Limone sul Garda (Brescia, Italia) en 1831, en una familia de campesinos pobres. Estudió en Verona, en el Colegio San Carlo, donde asistían chicos de escasos recursos. Más adelante irá descubriendo su vocación sacerdotal y misionera.
Es ordenado sacerdote en 1854 y años después partió a las misiones en África, donde se encuentra con una realidad de pobreza extrema. Regresó a Italia a dedicarse a pedir ayuda para la misión africana, incluso en el Concilio Vaticano I.
Fundó dos Institutos misioneros que hoy son los llamados Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas. Es nombrado Vicario Apostólico de África Central y consagrado Obispo en 1877.
Junto a los africanos, vivió sequías, el ver morir a su gente, la lucha contra la esclavitud y hasta acusaciones infundadas. Sin embargo, se mantuvo fiel a la Cruz para lograr la consolidación de la actividad misionera. Después de haber servido a Cristo en su querida África, fue a la Casa del Padre un 10 de octubre de 1881.
“Usted rece y haga rezar por mí… a fin de que todos nos hagamos santos salvando a la Nigricia… Las
Obras de Dios nacen y crecen al pie de la Cruz”.
(San Daniel Comboni)
Asia: San Francisco Javier
Francisco Javier nació en el castillo de Javier (Navarra, España) en 1506. Fue uno de los siete con que San Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús en 1534, y haciendo voto de absoluta pobreza, marcharon a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera. A los 31 años es ordenado sacerdote en
Venecia.
Su predicación era constante y tenaz, regresando una y otra vez con diferentes medios hasta conseguir transmitir la fe a las personas con las que se dirigía.
Su único equipaje eran su libro de oraciones y su incansable ánimo para enseñar, curar a enfermos, aprender idiomas extraños y bautizar conversos por millares. Dedicaba las noches a la oración y, si no lograba dormir, pasaba horas recostado junto al sagrario.
En 1545 se dirigió a Japón, donde luego de aprender el idioma, logró traducir al japonés una exposición muy sencilla de la doctrina cristiana que repetía a cuantos estaban dispuestos a escucharle.
En su último viaje, salió de la India con intención de llegar a China, pero antes de llegar, cayó enfermo. A pesar de encontrarse con mucha fiebre, no se quejaba, ni pedía nada, solamente rezaba. Murió el 3 de diciembre de 1552, a los 46 años. Había recorrido más de 120.000 Kilómetros, como tres veces la vuelta a la tierra, conquistando corazones para Dios.
Fue canonizado junto a San Ignacio, y otros, por el Papa Gregorio XV, el 12 de Marzo de 1622. En 1904, San Pío X le nombra Patrono de las Misiones, por haber consagrado su vida a la predicación del Evangelio “hasta los confines de la tierra”.
“Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces como hombre
que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en la Sorbona, a los
que tienen más letras que voluntad, para ponerse a fructificar con ellas…: ¡Cuántos mil millones de
gentiles se harían cristianos, si hubiera operarios que no buscasen sus propios intereses, sino los de
Jesucristo…! — Cuánto más consolados vivirían!”
(San Francisco Javier)
Oceanía: Pierre-Louis Marie Chanel
Pierre Louis nació en Francia en 1803 en una familia campesina. Recibió el orden sacerdotal a los 24 años y fue enviado a la parroquia de Crozet, que estaba en decadencia, pero que con su llegada comenzó a reavivarse.
En 1831 se unió a la Sociedad de María (Maristas) que estaba formando el P. Jean Claude Colin en Francia y que recibió la aprobación final del Papa Gregorio XVI en 1836. El Pontífice pidió a la nueva congregación que enviara misioneros a la Polinesia.
En la isla Futuna en Oceanía, San Pedro Chanel se encontró con un territorio dividido entre dos tribus y donde el canibalismo se había prohibido recientemente. A pesar de las dificultades, San Pedro Chanel logró convertir a muchos, mientras aprendía el idioma, enseñaba y cuidaba de los enfermos.
Sin embargo, creció paulatinamente la intranquilidad del rey de la isla, pues creía que el cristianismo le quitaría sus prerrogativas como líder religioso y rey. A consecuencia de su envidia, envío a su yerno a matar a San Pedro. Murió mártir el 28 de abril de 1841.
San Pedro Chanel fue declarado mártir y beato el 17 de noviembre de 1889, y canonizado el 12 de junio de 1954 por Pío XII. Fue declarado patrono de Oceanía.
“Esperamos con ansia subir a bordo del navío que debe llevarnos a la Polinesia. Es imposible que, en
una travesía tan larga, no corramos enormes riesgos, pero a mí no me asusta en absoluto, pues ya he
sacrificado mi vida. Sólo hay una cosa que me espanta: ser tan indigno de la vocación apostólica.
Necesito tanto la asistencia de Dios y de la Virgen que en todas partes busco oraciones”.
(San Pedro Chanel)
América: san Damián de Veuster
El padre Damián de Molokai nació en Bélgica, pero partió como misionero a la isla hawaiana de Molokai, un lugar terrible en el que se abandonaba a los enfermos de lepra a su suerte. Allí pasó el resto de su vida sirviendo y cuidando a los enfermos, hasta que él mismo enfermó y murió de lepra.
“Hasta este momento me siento feliz y contento, y si me dieran a escoger la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: “Me quedo para toda la vida con mis leprosos”.
A pesar de grandes sufrimientos y con su cuerpo deformado, continuó su ministerio hasta el fin de su vida. A su hermano Pánfilo le escribe el 16 de noviembre de 1887, unos meses antes de morir:
“Continúo siendo el único sacerdote en Molokai. El padre Columbano y últimamente el padre Wendelin
Moellers son los únicos hermanos que he visto desde hace dieciséis meses. Por tener tanto que hacer, el
tiempo se me hace muy corto; la alegría y el contento del corazón que me prodigan los Sagrados
Corazones hacen que me crea el misionero más feliz del mundo. Así es sacrificio de mi salud, que Dios
ha querido aceptar haciendo fructificar un poco mi ministerio entre los leprosos, lo encuentro después
de todo bien ligero e incluso agradable para mí, atreviéndome a decir como San Pablo -Estoy muerto y
mi vida está escondida con Cristo en Dios”.
“Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”.
(San Damián)
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