«Estén preparados»: reflexión de S. E. Adolfo Castaño

«Estén preparados»: reflexión de S. E. Adolfo Castaño
“¡Estén preparados!” Así nos exhorta hoy la Palabra del Señor. Mientras el libro de la Sabiduría recuerda la preparación del pueblo judío antes del éxodo, Jesús insiste en la necesidad de estar preparados para su retorno final e ilustra su enseñanza con claros ejemplos. Por su parte, el Sermón sacerdotal, conocido como “Carta a los Hebreos”, se enfoca en la fe, que se caracteriza, entre otras cosas, por la disposición y prontitud.
 
Jesús exhorta a sus discípulos por medio de la parábola de los criados que esperan el regreso de su amo. Como los judíos al salir de Egipto, ellos también necesitan estar “listos, con las túnicas puestas y las lámparas encendidas”, pues no saben el momento exacto en que el Señor volverá. Estar en alerta es necesario para esperarlo y recibirlo cuando llegue.
 
El amo premiará a los criados que estén en vela: “Se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá”. La vigilancia es capaz de invertir roles. El amo fungirá como criado, y éste podrá ocupar el lugar del amo, en una praxis totalmente extraña e inusual. Por eso, la dicha de los siervos será grande, como recompensa a su preparación, la cual se compara con el padre de familia que impide al ladrón entrar en su casa.
 
A la pregunta Pedro sobre los destinatarios de la parábola, Jesús responde con el ejemplo del administrador y jefe de la servidumbre. Éste será dichoso si su amo, al regresar, lo encuentra cumpliendo su deber. El premio consiste en quedar al frente de todas las propiedades de su señor. Sin embargo, Jesús también aprovecha para advertir acerca de la actitud contraria: “pero si éste piensa: ‘mi amo tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los criados, a comer a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora menos indicada, llegará su amo y lo castigará severamente…” La falta de una espera genuina lleva a incurrir con facilidad en excesos, que en el fondo reflejan falta de fe.
 
La fe auténtica lleva a la vigilancia y a estar preparados, e incluye necesariamente lealtad absoluta al Señor y mantenerse en permanente fidelidad a él. “Fe” y “fidelidad” son inseparables (de hecho tienen la misma raíz tanto en hebreo, como en griego, latín y también en castellano). Estas actitudes son esenciales en nuestra vida cristiana. Los que en verdad creamos en Cristo, seremos fieles a él y así estaremos bien preparados.
 
Jesús ha prometido que volverá. Nos corresponde esperarlo con fe, fieles y vigilantes. De lo contrario corremos el riesgo de tomar una dirección equivocada en nuestra vida, buscando falsas “satisfacciones”: vicios, falsos placeres, hedonismo, consumismo… Estos espejismos de felicidad son productos del materialismo deshumanizante e intentan engañarnos, sobre todo cuando abanderan supuestas y falsas libertades, cuando se usan como estandartes de progreso y conquistas o cuando pretenden aparecer como derechos. Pero ellos, son más bien signos de sociedades decadentes, desordenadas y libertinas, que se encaminan hacia su propia destrucción.
 
En el fondo, la falta de preparación que se expresa en una vida disoluta denota falta de fe. Nadie puede decir que cree realmente en Dios si no se esfuerza por preparar adecuadamente la venida final y gloriosa de su Hijo Jesucristo. Sería incoherente decir que se cree sin vivir la vigilancia y preparación que nos pide hoy la Palabra de Dios.
 
La fe, como nos recuerda la llamada Carta a los Hebreos, “es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera, y de conocer las realidades que no se ven”. Es la actitud de confianza absoluta en Dios y de adhesión a su plan de salvación, con la certeza de que Él siempre cumple sus promesas. La fe, por tanto, no es un mero estado emocional psicológico o un puro sentimiento pasajero. Es un don de Dios que impregna la vida total del creyente y lo transforma profundamente. La fe es el motor de la vida. Es un modo de existir, de comprendernos a nosotros mismo y de entender nuestra historia. La fe nos sitúa en la perspectiva de Dios, para encontrar el sentido de nuestro presente, al tiempo que esperamos los bienes futuros.
 
La llamada Carta a los Hebreos, nos ofrece varios ejemplos de fe, como los de Abraham y Sara, que superaron grandes dificultades. Ellos, no obstante todas las adversidades, que incluso parecían insuperables, se mantuvieron firmes, poniendo su seguridad y confianza absolutas sólo en Dios. Ninguna amenaza o prueba, por más fuerte que sea, enfermedad, pobreza, inseguridad, persecución, o la muerte misma, podrá derrotar al que en verdad cree.
 
Así lo han demostrado los santos como san Lorenzo mártir, cuya memoria se celebra hoy. Nuestra seguridad está sólo en Dios, que todo lo puede, al que nos adherimos y en quien confiamos plenamente.
 
Mantenernos firmes con inquebrantable fe y fidelidad a Dios, nutridos con la Palabra y la Eucaristía, estaremos preparados y vigilantes para la venida final y definitiva de Jesucristo. Entonces podremos obtener con plenitud lo que ya ahora aguardamos con absoluta confianza.
 

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