“Pentecostés” en lengua griega significa “quincuagésimo”. Es el día cincuenta del tiempo pascual, con el que concluye este ciclo litúrgico, pero sin olvidar que, desde el bautismo, nuestra vida cristiana es una pascua permanente, hasta que lleguemos a celebrar con plenitud la Pascua eterna.
El libro de los Hechos de los Apóstoles narra lo acontecido en Pentecostés de modo asombroso y con símbolos muy elocuentes. “Al cumplirse los días” es una expresión usada con frecuencia por san Lucas para indicar un acontecimiento con sentido salvífico. En este caso se trata del cumplimiento de la “Promesa” hecha por Jesús de enviar el Espíritu Santo a sus discípulos. La descripción es hecha en forma de teofanía (manifestación divina portentosa): impetuosa ráfaga de viento, fuego y lenguas diversas en las que se expresan los prodigios de Dios, pero sobre todo la escucha y comprensión de las maravillas del Señor en la propia lengua de los presentes.
“Viento” y “espíritu” están relacionados (tanto el hebreo ruâh, como el griego, pneûma, significan, a la vez, viento y espíritu). La “ráfaga de viento” expresa la presencia poderosa, creadora y transformadora del Espíritu de Dios (Gn 1,2). Pero también, “viento” y “fuego” prepararon la alianza en el Sinaí (Ex 19,16-24), por eso, la fiesta “De las Semanas” (“Pentecostés” para los judíos de habla griega), que en sus orígenes tuvo carácter agrícola, con el tiempo conmemoró la renovación de la alianza. Asimismo, Juan Bautista predicó que el Mesías habría de bautizar “con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3,16), anunciando así la nueva Alianza que estaba a punto de acontecer.
Pentecostés tiene varios e importantes significados, tales como:
- Confirma la nueva y definitiva Alianza entre Dios y la Iglesia su nuevo Pueblo. Sellada con la sangre del Redentor, esta nueva alianza es ratificada por la efusión del Espíritu Santo, y se constituye en garante de la misma
- Pentecostés representa para nosotros el cumplimiento de la “Promesa” hecha por Jesús a sus discípulos en la última cena, cuando les aseguró que les enviaría al “Paráclito” (el que estará junto a ellos para animarlos, impulsarlos, guiarlos, fortalecerlos, consolarlos…) y les dijo: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad les guiará en la verdad plena..” (Jn 16,13). Por tanto, el “Paráclito” viene para conducir a los discípulos por una nueva etapa de la historia, en la que deberán continuar la misión de Jesús. La tarea no es fácil, por lo que el Espíritu Santo se encargará de impulsarlos y guiarlos, de modo que puedan cumplir con fidelidad y eficacia dicha misión, a pesar de las dificultades, hostilidades y persecuciones.
- Pentecostés es también el signo más elocuente de la unidad de los creyentes, en la confesión de la misma fe. Allí nace la “catolicidad” (universalidad) de la Iglesia. Los apóstoles, al recibir el Espíritu, empezaron a hablar en lenguas diversas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Había en Jerusalén personas de distintos lugares y cada uno los oía hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El mayor prodigio no consistió en que los discípulos hablaran distintas lenguas, sino en que los presentes los oyeran hablar en la suya propia. La escucha del mensaje genera la unidad.
Por tanto, Pentecostés simboliza la comunión que sólo puede dar el Espíritu de Dios. Así lo recuerda san Pablo: “Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo… En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Ejemplifica con el cuerpo que, a pesar de tener muchos miembros, es uno solo. La unidad de la Iglesia es uno de los signos más elocuente de la presencia del Espíritu Santo.
La unificación de las lenguas en Pentecostés “re-escribe” la historia. En la antigüedad, la “Torre de Babel”, con la confusión de las lenguas, simbolizó la división de la humanidad enferma de soberbia (Gn 11,1-9), Pentecostés, por el contrario, con la unificación de ellas, por la acción del Espíritu Santo, renueva y sana la humanidad. Recupera la “salud”, en su sentido integral y pleno (salus en latín significa al mismo tiempo “salud” y “salvación”).
Por tanto, para nosotros celebrar Pentecostés no significa sólo concluir el tiempo litúrgico de la Pascua. Significa reafirmar nuestra identidad de creyentes y recordar que vivimos bajo la nueva y eterna alianza, sellada en la cruz y confirmada por la acción del Espíritu; significa cobrar conciencia de que, como sus discípulos misioneros, hemos recibido al Paráclito que nos acompaña, anima, fortalece e impulsa testimoniar a Cristo resucitado; significa comprometernos a ser una Iglesia comunión y sinodal que camina en la unidad y en la verdad de la fe, como peregrina de esperanza.
El Espíritu Santo, que nos reúne para escuchar la Palabra y celebrar la Eucaristía, renueva y regenera nuestra vida. Él es también quien puede devolver la salud integral, física, emocional y espiritual a la humanidad golpeada y lastimada por tantas heridas infligidas por guerras, odios, divisiones, injusticias, crímenes y luchas fratricidas. Hoy más que nunca necesitamos orar al Espíritu Santo para que nos ayude a lograr la reconciliación y encontrar la paz y la salud integral que tanto necesitamos, como Iglesia y como humanidad.
Descubre más información para vivir tu fe en Diócesis de Azcapotzalco