Por: Jesús María Sánchez Montejano

Comisionado de Liturgia de la Diócesis de Azcapotzalco

LA CUARESMA

Cuarentena

Aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas, animales o cosas.

La Cuaresma es la temporada solemne y reflexiva del año litúrgico que es la preparación para los misterios de la Pascua.

Comienza el Miércoles de Ceniza y dura cuarenta días, hasta la Pascua.

Los cuarenta días de Cuaresma no incluyen los domingos de Cuaresma porque cada domingo se considera una Pascua.

El Miércoles de Ceniza[1], la gente se reúne en la iglesia para imponerse la ceniza como símbolo de la debilidad humana y la muerte a la que puede le llevar la inclinación al pecado.

Y como manifestación de que por ello necesitan entrar en un tiempo que consistirá en tres cosas:

  1. en oración, para examinar la propia conciencia delante de Dios y para implorar su ayuda para alejarse de las tentaciones y despojarse de los pecados, concluyendo con la confesión sacramental de los pecados.

Al mismo tiempo se une en oración durante estos cuarenta días a la oración de Cristo al Padre, para que Dios aleje al mundo de las tentaciones del maligno, lo purifique del pecado, lo rescate del poder de Satanás, y fortalezca a los débiles para que no caigan en él.

Ayuno y abstinencia

Tienen como fin reconocer la dependencia natural de la creatura de su Creador y no solo de satisfacer sus necesidades fisiológicas, de protección, de afecto, de estima y de autorrealización.

El ayuno obliga sobre todo a los bautizados que tengan entre 18 y 59 años de edad (quienes tiene uso de razón o son adultos mayores lo pueden ofrecer voluntariamente si su salud se los permite) se vive el miércoles de ceniza y el viernes santo:

Primero para solidarizarse con Cristo que ayunó cuarenta días para prepararse fortaleciendo su fuerza de voluntad con la renuncia a sí mismo, para servirnos anunciando el Reino de Dios y la salvación del pecado, de sus consecuencias y de la muerte.

Segundo, ayunamos el viernes para solidarizarnos de nuevo con Cristo que renunció a todo y paso tres días sin alimento para entregarse a la muerte de cruz y poder así perdonarnos intercediendo por los pecadores ante e Padre, y redimirnos del pecado.

La abstinencia se vive todos los viernes de cuaresma y se hace renunciando al consumo de carne (obligatorio a partir de los 14 años) y reduciendo alimentos adictivos.

Un obispo del siglo V llamado san Agustín, enseña que la abstinencia “purifica el alma, leva la mente, subordina la carne al espíritu, crea un corazón humilde y contrito, disipa las nubes de la concupiscencia, extingue el fuego de la lujuria y enciende la verdadera luz de la castidad.” (De oratione et jejunio, sermo ccxxx, de temp.)

Limosna

Es una práctica de caridad que consiste en compartir con los pobres nuestros bienes, tiempo, capacidades y cualidades, para acrecentar nuestra semejanza con Dios que es misericordioso y fortalecerse en el amor de Cristo hacia el prójimo.

Conviene hacer aquí dos distinciones:

La primera es que los pobres en el evangelio con aquellos que consta que se encuentran impedidos o en desventaja para cubrir sus necesidades básicas (alojamiento, vestido, agua, alimento, salud, movilidad, o las 7 obras espirituales).

La segunda es que estas obras se pueden llevar mejor a cabo si dos o más se ponen de acuerdo para proporcionar una ayuda durante un tiempo conveniente y no una sola vez.

Este tiempo está destinado a mover a los fieles a purificarse de toda mancha de pecado, para reconocer en una manera más intensa que en otras partes del año, el anhelo por Dios, y por la vida nueva que en Cristo nos dio a partir de la Pascua de su pasión, muerte y resurrección, y que cada uno recibimos en el bautismo.

Así nos preparamos para vivir la fiesta de la Pascua durante 50 días, hasta la fiesta de Pentecostés.

Los cuarenta días de Cuaresma recuerdan los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su ministerio público y también recuerdan los cuarenta años que los israelitas pasaron en el desierto mientras buscaban la Tierra Prometida. Como mencionamos anteriormente, las tres prácticas distintivas de los fieles durante el tiempo de Cuaresma son el ayuno (la abstención de diversos alimentos) para ayudar a los pobres (la limosna) y un aumento en las prácticas diarias de oración. Esta época está representada por el color morado obscuro y es utilizado durante el primero, segundo, tercero, quinto y sexto Domingos de Cuaresma. Los tonos rosados son representados en el cuarto domingo de Cuaresma.

 

[1] Ceniza.
La ceniza, cuyo significado original es muy discutido, aunque su uso está propagado en la mayor parte de las religiones antiguas, es con frecuencia asociada al polvo (los Setenta traducen más de una vez “polvo” por “ceniza”) y simboliza a la vez el pecado y la fragilidad del hombre.
  1. El corazón del pecador es se mejante a la ceniza: Isaías llama al idólatra “amador de cenizas” (Is 44,20), y el Sabio dice de él: “Su corazón es ceniza. Su vida es de menos estima que el polvo” (Sab 15,10). Por eso el salario del pecado no puede ser sino ceniza: los soberbios se verán “reducidos a ceniza sobre la tierra” (Ez 28,18), y los malvados serán pisoteados como ceniza por los justos (Mal 3,21). Por otra parte, el pecador que en lugar de endurecerse en su soberbia (Eclo 10,9), se hace consciente de su falta, confiesa precisamente que no es más que “polvo y ceniza” (Gén 18,27; Eclo 17,32); y para significar ante los otros y ante sí mismo que está convencido de ello, se sienta sobre la ceniza (Job 42,6; Jon 3,6; Mt 11, 21 p) y se cubre con ella la cabeza (Jdt 4,11-15; 9,1; Ez 27,30).
  2. Pero este mismo símbolo de penitencia sirve también para expresar la tristeza del hombre abrumado por la desgracia, sin duda porque se supone que existe un vínculo entre la desgracia y el pecado. Tamar, despreciada (2Sa 13,19), se cubre de ceniza; asimismo los judíos amenazados de muerte (Est 4,1-4; cf. 1Mac 3,47; 4,39). El hombre quiere mostrar así el estado a que ha quedado reducido (Job 30,19) y va hasta el extremo de alimentarse de ceniza (Sal 102,10; Lam 3,16). Pero sobre todo cuando se ve afligido por un luto es cuando experimenta su nada, y entonces lo expresa cubriéndose de polvo y de ceniza: “Vístete de saco, hija de Sión; revuélcate en la ceniza, llora amargamente” (Jer 6,26).
Cubrirse de ceniza es, pues, realizar mímicamente una especie de confesión pública (cf. la liturgia del miércoles de ceniza); mediante el lenguaje de esta materia sin vida que se vuelve polvo, el hombre se reconoce pecador y frágil, previniendo así el juicio de Dios y atrayendo su misericordia. Al que así confiesa su nada, se le dirige la promesa del Mesías, que viene a triunfar del pecado y de la muerte, a “consolar a los afligidos y a darles en lugar de ceniza una diadema” (Is 61,2s).
GILLES BECQUET
https://www.mercaba.org/K/vocabulario%20dufour/c/Ceniza.htm