Cuando se escucha hablar de un Jubileo en la Iglesia Católica, surgen preguntas como: ¿Para qué sirve? O bien hay quienes empiezan a preguntar cuál es la iglesia de la “Puerta Santa” para pasar por ella imaginándose lo que se imaginen. Y otro tema que viene a la mente es el de la indulgencia con reacciones que van desde quien ve la oportunidad de conseguir un perdón extraordinario de todos sus pecados, hasta quien expresa que es un tema de la Edad Media, que luego causó la división en la Iglesia dando lugar a los que llamamos el protestantismo, que es una corriente cristiana que no acepta la doctrina de las indulgencias.
Por: Comisión de Liturgia de la Diócesis de Azcapotzalco
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La celebración del Jubileo en la Iglesia Católica
La tradición de celebrar un jubileo en la Iglesia Católica arranca ciertamente de la Edad Media a consecuencia de los cambios registrados en las prácticas penitenciales de aquel tiempo.En el cristianismo más antiguo, cuando el bautizado declaraba que había pecado, la penitencia se tenía que
practicar antes de la absolución, y comenzaba con la exclusión de la eucaristía, el pecador se declaraba públicamente como penitente, y terminaba con la reconciliación, que volvía a dar al penitente el acceso a ella. El tiempo penitencial generalmente era largo, por lo menos de cuarenta días y dependía de la gravedad del pecado. Las penitencias se volvieron tan pesadas que podían durar años.
Pero entre los siglos X a XI, se empezó a extender la costumbre de unir la conversión con la confesión en privado del tal modo que los fieles empezaron a recibir la absolución antes de cumplir la penitencia, o sea de hacer algo por reparar el daño, y las penitencias más duras se
podían conmutar después por actos de piedad o de misericordia. De manera que si bien el sacramento perdonaba la culpa, quedaba pendiente la pena que había que pagar para resarcir la trasgresión cometida que, de no resarcirse en vida habría que hacerlo antes de acceder al cielo, purificándose en el purgatorio. Sin embargo muchos posponían el cumplimiento de la pena.
Esto fue generando la necesidad de la comunidad de creyentes de buscar un medio para disminuir las penas, conseguir un indulto y evitar el temido purgatorio. Y que mejor que aprovechar la comunión de los santos para recibir indulto y acudir al papa para conseguirlo. Esto dio lugar a que desde el siglo XII algunos papas concedieran un tiempo de indulgencia en algunas circunstancias a los que acudieran en peregrinación a lugares asignados para obtenerla.
Y sucedió que en Roma en el año 1300 que los fieles acudieron a pedir al papa Bonifacio VIII un tiempo para alcanzar la indulgencia de las penas acumuladas.
Entonces, el papa, inspirado en el “jubileo” del Antiguo Testamento establecido en Levítico cap. 25 y 27, que decreta un año en que se liberaba a todos los miembros del pueblo elegido de sus penas y se indultaban las deudas, adoptó este nombre para establecer en la Iglesia Católica el 22 de febrero de 1300 un año jubilar que fue declarado como “Año Santo” y “Año de Perdón de los pecados”.
Aunque se estableció que los jubileos se celebraran cada 100 años, los papas han venido cambiando los períodos para celebrarlos según los acontecimientos que se ha presentado en la Iglesia. El último Jubileo, extraordinario, fue convocado por el Papa Francisco con motivo de los 50
años del final del Concilio Vaticano II y estuvo dedicado a la Misericordia, comenzó el 8 de diciembre de 2015 yconcluyó el 20 de noviembre de 2016. El Papa Francisco ha vuelto a convocar un jubileo mediante la bula “Spes Non Confundit“ (que significa “La esperanza no defrauda”). publicada el 9 de mayo de 2024, que inició el 24 de diciembre en Roma y el 29 de diciembre en las diócesis del mundo.
¿Con que propósito se celebra?
Ser un año de esperanza y renovación espiritual para los fieles católicos. El tema de este es “Peregrinos de esperanza” para un mundo para un mundo que enfrenta conflictos armados entre las naciones y violencia en la sociedad, como también las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y la crisis climática, así como situaciones de injusticia, descarte social, la ideología de género y crisis de la institución familiar, que podemos considerar consecuencia del pecado.
Este Jubileo trata de ofrecer la oportunidad de un momento fuerte en el camino de la vida cristiana para fortalecer la fe y reafirmar los valores cristianos “y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús.” Así como la
instauración de su Reino. De manera que ante una realidad donde la humanidad ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia (Spes non confundit 8) no se caiga en la “tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia” (Spes non confundit 7), ni peregrinemos hacia la desilusión y la desesperanza de la vida, en las que muchos se encuentran ya atrapados.
La esperanza es una virtud que hay que redescubrir en estos signos de los tiempos, que “requieren ser transformados en signo de esperanza” (Spes non confundit, 7). Y esta esperanza se funda en el amor y la misericordia de Dios que ha derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones para que el amor de Dios triunfesobre el odio consecuencia del pecado.
La reconciliación y la indulgencia del jubileo en la Iglesia Católica
Y no hay mejor manera para conocer a Dios y experimentar su amor y su misericordia que cuando nos dejamos reconciliar con él y acudimos al ministerio de la reconciliación (cfr. 2 Cor 5, 18-20) que es signo de esperanza en el poder redentor del Señor Jesucristo que nos libera del pecado y de sus consecuencias.
Sin embargo, el pecado “deja huella”, lleva consigo unas consecuencias; no sólo exteriores, en cuanto consecuencias del mal cometido, sino también interiores, en cuanto «todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio». [18] Por lo tanto, en nuestra humanidad débil y atraída por el mal, permanecen los “efectos
residuales del pecado”. Estos son removidos por la indulgencia, siempre por la gracia de Cristo, el cual, como escribió san Pablo VI, es «nuestra “indulgencia”».” (Spes non confundit 23).
En el contexto del Jubileo la indulgencia adquiere “una relevancia particular” (Misericordiae Vultus, 22), pues la misericordia de Dios “se transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado” (ibid.), “permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios y expresa “la plenitud del perdón de Dios que no conoce límites” (Spes non
confundit, 23). La Indulgencia robustece la esperanza y es una gracia jubilar declarada por la Iglesia a través de la autoridad del Papa.
Cómo vivir el año jubilar
La peregrinación hacia un lugar de reconciliación y encuentro con Dios expresa un elemento fundamental de todo acontecimiento jubilar, es símbolo de nuestro peregrinar hacia el encuentro definitivo con Cristo en la vida eterna, ponerse en camino a pie favorece el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo de buscar de lo esencial de la vida y la esperanza de encontrar ese sentido esencial de la vida.
Durante el jubileo, los fieles que no peregrinen a Roma pueden hacerlo hacia la Catedral, o hacia algún Santuario Mariano, o alguna otra iglesia designada por cada Obispo diocesano.
La meta de la peregrinación y la puerta para tener acceso a la indulgencia es el encuentro con Cristo a través del sacramento de la penitencia, donde nos encontramos con el Buen Pastor, puerta de las ovejas (Jn 10, 7 y 9). Él es la puerta para llegar a la misericordia del Padre, y además puerta de ingreso al Reino de los cielos.
A la celebración del sacramento de la penitencia hay que unir la participación con la comunión en la Liturgia de la Eucaristía y la oración por las intenciones del Papa.
Por su parte Papa quien es el que concede la indulgencia plenaria, ha decretado como símbolo de Cristo puerta de las ovejas, solamente las puertas de las cuatro Basílicas papales en Roma: San Pedro, San Juan Lateranense, Santa María la Mayor y San Pablo extramuros, donde se podrá obtener la indulgencia mediante el sacramento de la Penitencia, la celebración Eucarística y la oración por las intenciones del Santo Padre.
En otras partes, como en México se puede obtener la indulgencia, además de acudir a la catedral o a otras iglesias designadas por el Obispo Diocesano, también peregrinando a la Basílica de Guadalupe o a otras basílicas locales.
Los que se encuentren impedidos para peregrinar por enfermedad grave, clausura canónica, reclusión, edad, hospitalización o invalidez, podrán conseguir la indulgencia confesándose, participando en misa y comulgando, y con la condición de que unidos en espíritu a los fieles
presencien momentos en los cuales las palabras del Sumo Pontífice o de los Obispos diocesanos sean trasmitidas a través de los medios de comunicación, recitando en la propia casa o ahí donde el impedimento les permita el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier forma
legítima y otras oraciones conforme a las finalidades del Año Santo, ofreciendo sus sufrimientos o dificultades de la
propia vida a Dios.
También se puede conseguir la indulgencia participando en obras de misericordia, un signo muy importante de esperanza, y penitencia, conforme a las indicaciones de la penitenciaría apostólica “Sobre la concesión de la Indulgencia durante el Jubileo Ordinario del año 2025
convocado por su Santidad el Papa Francisco”.
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