Reflexión del Pbro. Victoriano de Jesús Ibáñez Hernández, encargado de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Azcapotzalco.
“Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes… mi sangre que se derrama por ustedes”.
La ofrenda de amor: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida…” el cuerpo y la sangre son la única ofrenda digna y agradable. Digna de un verdadero sacerdote que todo lo da, agradable como único sacrificio válido de tal nombre y grato por su precio invaluable, por ser ofrenda de amor.
Es el sacerdote transformado en la víctima ofrecida y en el único altar en el cuál se ofrece y es aceptada toda otra ofrenda.
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Por eso Jesucristo es el único y verdadero sumo y eterno sacerdote. Sacerdote, víctima y altar. Quien ofrece, quien es ofrecido y en quién se ofrece. Por Cristo, con él y en él, toda otra ofrenda y sin él, nada es grato a Dios.
Concédenos Señor, el poder celebrar cada día contigo, con reverencia y humildad el único y eterno sacrificio; unidos a ti, entregar con amor lo que somos y tenemos, lo que hacemos; trayendo ante ti todas las cosas, consagrándolas y haciéndolas en ti, agradables al Padre.
Y así, participar de tu único y verdadero sacerdocio por la única ofrenda agradable en el único y verdadero altar.