Además de encontrar un estilo muy parecido al del cuarto evangelio, en las Cartas de San Juan encontraremos diferentes temas que perfilan la intención del autor: conservar y defender las auténticas enseñanzas de Cristo.

Te compartimos un resumen de la segunda sesión de formación bíblica con nuestro Obispo, Adolfo Miguel Castaño Fonseca, sobre el tema: Teología en las Cartas de San Juan.

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Las 3 cartas de Juan reconocen las enseñanzas del cuarto evangelio, que fueron escritas años posteriores a la redacción del evangelio de san Juan; incluyendo que el lenguaje con el que fueron escritas es muy parecido. Estas son las principales razones por las cuales se relacionan estos escritos.

Además de la fidelidad que señala el autor, hay otros temas de la tradición cristiana (1 Juan 2) como el de la redención: “Hijos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos ante el Padre un intercesor, Jesucristo, el justo. Él es la víctima que expía nuestros pecados y no sólo nuestros, también los del mundo entero”. Además de resaltar el valor sacrificial y salvífico de Cristo.

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Teología de las Cartas de San Juan

Temas bautismales

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El tema fundamental teológico es “Dios es amor”. Es una de las expresiones más hermosas que se refiere a Dios. Este es luz y amor que convierte en hijo suyo al que cree en el Hijo por excelencia.

Por la acción salvadora de Cristo, el bautizado es hijo de Dios y queda perdonado del pecado.

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El tema del pecado

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El autor de la carta, además, habla de que vivimos bajo el “misterio de iniquidad”, del que habla San Pablo.

El pecado no es solo una acción, sino todo un sistema, un misterio de acciones que nos alejan del Padre. Es la realidad que se opone al proyecto de salvación de Dios. Es una realidad global, un misterio, una situación que hace del ser humano un enemigo de Dios.

Cuando el cristiano es bautizado, es llamado a ser hijo de la luz, pero por su debilidad, puede volver a entrar a la atmósfera de las tinieblas; es decir, del pecado.

Los hijos de Dios, dicen las cartas de Juan, están en el mundo pero no pertenecen al mundo.

El mundo es una creación de Dios, pero hay que distinguirlo del concepto negativo que rechaza Dios: el autor presenta unas antítesis en conceptos como luz-tinieblas, verdad-mentira, Dios-mundo, hijos de Dios-hijos del diablo.

No porque el creyente sea hijo de Dios, esté libre del pecado: hay una realidad vulnerable y puede ser fácilmente presa del mundo de las tinieblas. Pero gracias a la luz de Dios, el verdadero discípulo de Cristo, puede salir de ese sistema ni permanecer en el pecado.

Es decir, no es lo mismo cometer pecado que permanecer en el pecado, sumado a que existen tres niveles de pecado: el acto, la permanencia y optar por el pecado.

Estamos llamados a la vida eterna y a vivir en comunión perfecta con Dios y con los hermanos. Esto significa que lo más perfecto está por venir cuando participemos en la gloria plena del amor de Dios.

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Amor: el distintivo de los que creen en Cristo

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El amor de Dios de se expresa en el cumplimiento de su voluntad. No son meros preceptos de un código. Juan entiende el mandamiento como la expresión clara y concreta de cumplir la voluntad del Dios que es amor.

Tres “naturalezas” del amor

El mandamiento del amor es el principal porque le da plenitud a los demás. Para esto, es importante reconocer las 3 diferentes naturalezas del amor:

  • Eros: amor sensible (como sensación) estado anímico emocional.
  • Filia: el amor que se siente de forma natural (madre por sus hijos, entre amigos, etc).
  • Agape: el amor en su grado más alto de plenitud. Un amor que es DECISIÓN. No es un sentimiento natural. Amar porque se decide amar.

El agape consiste en la donación de sí para que otros vivan en la verdad. “En esto hemos conocido lo que es el amor…por eso nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos” (buscar cita).

El que ama la verdad fundamenta su amor a Dios y los hermanos, en que la certeza que Dios lo amó primero.

El verdadero conocer es el encuentro con los demás, haciendo la dinámica de la salvación en el aquí y el ahora.

El amor de Dios se expresa por las obras del padre quiere, en el proceso de comunión con los demás, la entrega que nos ha enseñado el propio Jesucristo: “que se amen los unos a los otros como yo los he amado”.

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