Cada año iniciamos la Cuaresma con el signo de la ceniza, para expresar penitencia, reconocimiento de nuestra pequeñez y vulnerabilidad, pero sobre todo como señal de nuestra sincera disposición para vivir nuestra conversión. Esto no sólo para preparar la celebración litúrgica de la Pascua, sino también con la convicción de que nuestra vida es un proceso constante e interrumpido de preparación para celebrar la Pascua eterna.
 
 

¿Cuál es el significado de la ceniza?

Cenizas

Cenizas

 
“Ceniza” procede del latín “cinis- eris” (“épher” en hebreo, “spodós” en griego) es el polvo, residuo, que resta de la combustión total de algo. Es el desecho que queda después que ello ha sido consumido por el fuego. En la Sagrada Escritura, los usos de la ceniza son variados y diversos, predominando el significado simbólico.
 

I. En el Antiguo Testamento

1. En el uso cotidiano, una forma de hacer pan consistía en poner la masa sobre ascuas y cubrirlas con ceniza. Por eso Elías le pide a la viuda de Sarepta un pequeño pan “cocido debajo de la ceniza” (1 Re 17,13).
2. El sentido cultual de la ceniza es muy amplio. En el sistema levítico se apartaba un lugar limpio para arrojar las cenizas que quedaban de los sacrificios. Se le menciona varias veces en relación con los restos consumidos de los sacrificios, que eran arrojados junto al altar y después fuera de la ciudad o del campamento durante la peregrinación por el desierto (Lv 1,16; 4,12; 6,3-4). La ceniza de una víctima inmolada se usaba para las purificaciones (Nm 19,17; Hb 9,13).
3. En el sentido figurado, ceniza es básicamente lo desagradable (Jb 30,19), la desgracia (Sal 102,10). En muchos textos, la ceniza simboliza pequeñez, fragilidad, dolor y castigo.
4. El hombre es polvo y ceniza (Si 17,32), pues fue formado del barro (Gn 2,7). Los despojos mortales del hombre, son cenizas (Sb 2,3); el profeta Jeremías llama “Valle de la Ceniza” al cementerio contiguo al torrente del Cedrón (Jr 31,40). La ceniza también fue relacionada con la idea del estado final en que quedan los huesos de los muertos. Así, junto con el polvo y el cilicio, es símbolo de humillación, dolor y duelo.
5. La ceniza también se utilizó como un término simbólico, que representa la vanidad humana ya que también se utilizaba como una figura o aplicación a la brevedad y limitación de la vida: “El corazón engañado extravía a quien se satisface con las cenizas” (Is 44,20). Por eso también el corazón de todo aquel que fabrica ídolos es ceniza (Sb 15,10).
6. Echarse ceniza sobre la cabeza, acostarse o revolcarse en ella, era signo de duelo, penitencia, dolor y vergüenza (Jdt 4,11.15; 9,1; Est 4,1-3.15; 1 Mac 3,47; 4,39; Is 58,5; Jr 6,26; Ez 27,30; Dn 9,3; Jon 3,6). La ceniza suele ir unida al polvo y al fango, indicando una situación penosa y triste, por eso un hombre abatido y humillado por sus enemigos es un hombre de ceniza (Jb 30,19; 42,6). Cuando Tamar fue violada tomó ceniza y la esparció sobre su cabeza, expresando así su humillación (2 Sam 13,19). Mardoqueo, cuando supo del decreto real de persecución contra los judí¬os rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza (Est 4,1). Esta acción era una bien conocida manifestación de duelo, de dolor profundo. Por eso, el profeta Jeremí¬as exhorta con vehemencia a Israel: “¡Pueblo mío, vístete de penitencia, revuélcate en la ceniza… porque en cualquier momento, el depredador vendrá sobre nosotros” (Jer 6,26).
7. En el sentido de pequeñez y humildad, ante Dios Abraham se consideraba “polvo y ceniza” (Gen 18,27), reconociendo humildemente su condición, al mismo tiempo como expresión de su cortesí¬a ante su Señor todo poderoso.
8. Como castigo a la desobediencia de Israel, Dios dará por lluvia a la tierra polvo y ceniza (Dt 28,24), lo que significa malas condiciones climatológicas y esterilidad de la tierra. “Reducir a cenizas”, como en casi todas las culturas, significa destruir por completo (Ez 28,18; 2 P 2,6).
9. En medio de todo este cuadro negativo que evoca la palabra “ceniza” también hay una bella metáfora: “Dios esparce la escarcha como la ceniza” (Sal 147,16).
10. La ceniza fue siendo una forma muy común de mostrar luto y penitencia públicamente: “Levanté mis ojos a Dios, nuestro Señor, imploré con oraciones y súplicas, con ayuno, ropa de penitencia y ceniza” (Dn 9,3). Así aparecerá también en el Nuevo Testamento.
 
 

II. En el Nuevo Testamento

Pocos textos del Nuevo Testamento utilizan la palabra griega “spodos” (ceniza) aludiendo al uso judío de la misma. Aparece sobre todo en dos sentidos:
1. Como signo de penitencia. La asociación de la ceniza a la penitencia encontramos en los evangelios de san Mateo y san Lucas, con ligeras variantes: “¡Ay de ti, Corazaín!, ¡ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ustedes, ya hace tiempo que, vestidos de penitencia y cubiertos de ceniza, se habrían convertido” (Mt 11,21; cf. Lc 10,13).
2. Recuerdo del uso ritual. El término griego “spodos” se emplea para designar las cenizas utilizadas en casos de luto o de purificación. En este sentido, la Carta a los Hebreos recuerda el ritual judío, para demostrar que la sangre de Cristo es superior a cualquier rito de purificación: “Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera santifican con su aspersión a los que están manchados, purificándolos por fuera, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien se ofreció a sí mismo a Dios como víctima inmaculada por obra del Espíritu eterno, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que demos culto al Dios vivo!” (Heb 9, 13-14).
La Cuaresma inicia con la imposición de ese signo. La ceniza es para nosotros ante todo un recuerdo de nuestra condición humana humilde, frágil y perecedera, por eso es una excelente expresión visible de penitencia.
La ceniza, como penitencia, unida a la oración es, por tanto, un signo muy elocuente del compromiso para emprender un camino auténtico de conversión, no solo durante el tiempo litúrgico de la Cuaresma, sino en cada momento de nuestra vida cristiana. Si la ceniza no tiene este sentido y su consecuente compromiso, quedará solo en un acto hecho por costumbre o en un simple ritualismo vacío, por eso es necesario recuperar su genuino significado.
 
 
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