El IV domingo de Pascua nos invita a encontrarnos con nuestro buen Pastor resucitado, para escucharlo, seguirlo con fidelidad y testimoniarlo ante el mundo. El apóstol Pedro, en su discurso en Hechos de los Apóstoles, llama a reconocer y testimoniar a Jesús como Salvador. Después de la curación del paralítico, Pedro declara con gran convicción: “Ese hombre fue curado en nombre de Jesucristo, el único que puede salvar”. Siendo “la piedra angular”, fue rechazado, pero él es el único que puede salvar. Por su parte san Juan, nos recuerda que somos hijos de Dios, pero que el mundo no nos conoce porque tampoco ha conocido a Dios, de donde se deriva la necesidad de nuestro anuncio y testimonio.
Cada año, en este domingo, resalta la figura de Jesús como el buen Pastor que da la vida por sus ovejas, como nos la presenta san Juan. Por eso también este día está dedicado especialmente a orar por las vocaciones en la Iglesia, ya que el término mismo “vocación”, del latín “vocare” (llamar), hace alusión a la voz del Pastor que llama, y a la respuesta de quien escucha la llamada.
Para los no familiarizados con ambientes pastoriles, las imágenes pierden peso y fuerza expresiva, pero para quienes viven en ambientes rurales, las imágenes del pastor, las ovejas y el rebaño poseen gran relevancia.
Muchos personajes bíblicos tuvieron que ver con el mundo pastoril. Israel nació de un pueblo de pastores nómadas. El patriarca Abraham fue un pastor que salió de Ur de Caldea, con su familia y sus rebaños, hacia la tierra prometida; Isaac y Jacob fueron también pastores; Moisés fue llamado por Dios a liberar a su pueblo cuando pastoreaba los rebaños de Jetró, en Madián; David fue sacado de los apriscos para ser ungido rey de Israel; Amós reconoce que el Señor lo sacó del rebaño, para enviarlo a profetizar… Incluso, el libro del Génesis, remontándose a los inicios de la humanidad, contrapone al agricultor Caín, con el pastor Abel.
Todo ello expresa el gran valor de los pastores en el mundo bíblico. Dios mismo se presenta como el “Pastor de Israel”. Los salmos lo invocan: “Pastor de Israel escucha…” “El Señor es mi Pastor, nada me falta…” Y cuando los dirigentes que han sido puestos al frente del pueblo como “pastores”, fallan, el Señor dice. “Yo mismo apacentaré a mi pueblo, él será mi rebaño y yo seré su pastor”.
Por eso, no resulta extraño que Jesús asuma la imagen del Pastor que conduce a su rebaño, como expresa el evangelio de san Juan. La escena de Jesús como Pastor aparece después de la curación del ciego de nacimiento, cuando los judíos, por su incredulidad, no aceptan a Jesús y aunque ven el signo no creen, siendo ellos los verdaderos ciegos. La escena del buen Pastor resalta más bien “el escuchar”, que, como “el ver”, está vinculado con la fe.
Jesús se presenta primero como la “puerta de las ovejas”, aludiendo a la costumbre oriental de improvisar corrales para las ovejas, al llegar la noche. Con piedras y ramas se construían apriscos y el pastor se colocaba en la entrada, haciendo con su cuerpo las veces de puerta, tanto para no dejar salir a las ovejas, como para evitar que entraran extraños. Jesús es el “Pastor bueno”. literalmente “bello”, adjetivo que lo define como “pastor ideal”. Esa “belleza” indica la cualidad del que cumple fielmente su misión, contrario al “mercenario”, que trabaja por una paga y no le importan las ovejas.
La distinción entre verdadero y falso pastor depende del modo de proceder. El primero no huye ante el peligro, ni abandona al rebaño, sino que lo protege a costa incluso de su propia vida. El segundo, al contrario, sólo busca su propio interés. Jesús es el “Buen Pastor”, fiel y leal hasta el extremo de entregar la vida por sus ovejas.
Jesús dice que “conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a él”. Este “conocimiento” no consiste en simple información. Su sentido bíblico se refiere a la relación interpersonal y profunda, en la dinámica del amor, como Jesús que “conoce” a su Padre porque ha vivido en comunión eterna de amor y de Él ha salido. El “conocimiento” de Jesús hacia sus ovejas acontece también en la línea del amor, hasta dar la vida por ellas. “Conocer” al Pastor implica, por tanto, entrar en interrelación con él por el amor.
Cuando Jesús dice “tengo otras ovejas que no están en este redil”, expresa su deseo misionero, pues quiere reunir en un solo rebaño a cuantos lo escuchen y crean en él. Llama sin distinción a todas las ovejas: las extraviadas, las que han caído en las garras de fieras, a las víctimas del mal y a las que lo ocasionan; a las que parecen no tener remedio; a las débiles, enfermas, discriminadas…
Todos estamos llamados a formar el redil del Señor y a trabajar para que otros escuchen su voz, por eso nos ha dado una vocación. Madres y padres de familia con vocación de pastores de sus hijos, para guiarlos por el camino recto. También se necesitan sacerdotes, religiosos, religiosas, misioneros con vocación de asistir y llevar a las ovejas al encuentro del Pastor supremo. Se necesitan personas que hagan presente la caridad del buen Pastor entre sus hermanos.
Oremos para que todos sepamos responder con generosidad al llamado que hemos recibido de Dios. Que todos, cada uno según la vocación recibida, con la fuerza de la Palabra y de la Eucaristía seamos presencia viva del Buen Pastor en medio de su pueblo.
Conoce más información para enriquecer tu fé en Diócesis de Azcapotzalco